EMDR
Últimamente el EMDR está en auge, pero para muchas personas todavía es algo nuevo y curioso, así que vamos a resumirlo de una forma fácil y comprensible:
El EMDR se traduce en: Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares, y es una terapia que nos ayuda a procesar de una forma adaptativa experiencias difíciles del pasado, que aunque a veces no lo parezca siguen afectándonos en el presente.
Es como si algunas vivencias dolorosas (traumas, heridas emocionales, situaciones que nos han marcado) se quedaran “atascadas” en el cerebro, sin poder digerirse del todo. Y eso puede hacer que, a pesar de que vayan pasando los años nos sigan afectando, perturbando con ansiedad, tristeza, rabia o incluso con síntomas físicos.
Con EMDR, lo que hacemos es ayudar al cerebro a “reprocesar” esa información que quedó “atascada”, para poder integrarla de forma adaptativa, y que así nos deje de perturbar. Es como soltar el peso emocional que aún cargamos en nuestra mochila de vivencias.
Una parte característica de esta terapia es la estimulación bilateral a través del movimiento de los ojos, sonidos alternos o toques suaves, ya que así conseguimos activar los mecanismos naturales del cerebro para procesar y sanar. Suena raro, lo sé, pero tiene una base científica sólida y, lo más importante: funciona.
Desde mi enfoque de psicología integrativa, el EMDR no es una técnica aislada, sino una herramienta más que utilizo cuando veo que puede ayudarte a avanzar de forma más profunda, rápida y respetuosa con tu proceso.
Es normal sentir miedo al trabajar este tipo de situaciones, no queremos conectar con el malestar que acarrea experiencias pasadas, pero en EMDR todas esas emociones y sensaciones desagradables se quedan en la terapia, garantizando salir de cada consulta regulado emocionalmente.